¿Cómo y cuándo aplicar el control parental en la crianza positiva? Nuevo artículo de la serie sobre parentalidad positiva con Silvia Chamorro, psicóloga especializada en Intervención Social y Orientación Educativa.
Este artículo es una continuación del anterior, titulado Exigencia y afecto forman parte de un estilo positivo de educación y crianza.
En él, exponíamos los estilos parentales más mencionados en la literatura científica y los ejes de análisis para el estudio de la parentalidad y la crianza: grado de control, grado de afecto y estilo de comunicación utilizado. Así, describíamos cuatro tipologías:
- Estilo autoritario: alto grado de control y bajo grado de afecto.
- Estilo democrático: presencia alta de control y de afecto.
- Estilo negligente: presencia baja de control y de afecto.
- Estilo permisivo: bajo grado de control y alto grado de afecto.
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¿Cómo y cuándo aplicar el control parental en la crianza positiva?
Silvia Chamorro
En los estilos de crianza, al igual que en los estilos de comunicación, no se puede hablar de absolutos, sino de tendencias generales.
Es habitual que los padres y madres generen estilos que combinen características de más de una tipología o que se comporten con estilos diferentes en función de la situación.
Por ejemplo, podemos tener madres o padres autoritarios respecto al rendimiento académico o deportivo y negligentes en lo referente al ámbito social o al fomento de la inteligencia emocional.
Además, los estilos parentales se adaptan y modifican en función de las etapas de crecimiento del menor, de sus necesidades y su personalidad.
Un ejemplo lo encontramos en la común frase de “Son hermanos/as, pero son tan distintos/as”, que seguro el lector/a ha escuchado alguna vez, o incluso vivido en carne propia.
Por lo general esa frase refleja la sorpresa de los cuidadores/as que aplicando unas pautas de crianzas similares han obtenido resultados diferentes.

Estilos parentales de crianza improvisados
Los estilos parentales de crianza en la mayoría de los casos son improvisados, cada padre/madre actúa con sus hijos/as reproduciendo aquellos valores que considera útiles de su propia crianza y a veces, adoptando actitudes opuestas a la educación recibida por considerar que les fue perjudicial.
En ocasiones, la improvisación funciona, hay familias que sin necesidad de cuestionarse el estilo de crianza que aplican consiguen educar a sus criaturas de una forma positiva.
Pero, en otras ocasiones, no es así, con casos en los que los cuidadores/as deben pararse a pensar: «¿Qué quieren conseguir?», «¿Qué es lo que no funciona?» y «¿Qué pueden cambiar para mejorar?»

Control parental: de la exigencia a la permisividad
Es habitual encontrar problemáticas asociadas con la dimensión de control, entendiendo este como un eje gradual que mide las respuestas ante la conducta de los/as menores y que oscila entre la permisividad total, donde todo o casi todo vale, y la exigencia estricta del cumplimiento de las normas.
No ayudo a mi hijo a ser una persona autónoma en el futuro, sino más bien una persona impulsiva con una autoestima frágil:
- si como adulto/a no presto atención a la conducta de mis hijos/as,
- nunca estoy disponible física o emocionalmente,
- me comporto de una forma pasiva o indiferente antes sus necesidades,
- y soy permisivo/a frente a sus malos comportamientos mientras cumplo todos sus deseos.
Tampoco estoy ayudando a mi hijo/a a ser autónomo/a, sino más bien una persona que no sabe lo que quiere y se esfuerza para encajar con lo que se espera de él/ella:
- si como adulto/a asumo que mi criterio es el único válido,
- establezco numerosas restricciones y normas,
- me esfuerzo por controlar y evaluar los comportamientos de mi hijo/a en base a este criterio,
- y además castigo cualquier desviación de la norma.

¿Cómo aplicar el control parental?
La exigencia no es negativa en la crianza, es necesaria y positiva para las criaturas en desarrollo. Lo que sí puede ser perjudicial es la forma en la que los cuidadores/as establecen, trasladan y aplican las normas y los castigos.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta en relación al control es que no lo ejercemos en beneficio propio, sino en beneficio del menor.
Cuando yo le mando a mi criatura recoger su cuarto o lavar los platos, el fin último no es tener menos carga de tareas o que la casa esté limpia. El objetivo es que mi hijo/ interiorice la importancia de tener una casa ordenada, aprenda las tareas necesarias para ello y adquiera el hábito de ordenar y limpiar.
Aprender a controlarse y regularse
No buscamos controlar a los menores y su conducta, sino que ellos aprendan como controlarse y regularse a sí mismos/as.
Cuando un niño/a se porta bien para evitar un castigo o por miedo a que “le dejen de querer” (sensación muy frecuente cuando los padres/madres usan la retirada de afecto como castigo), lo está haciendo promovido por una motivación extrínseca, no por voluntad propia.
Por el contrario, cuando un niño/a deja de realizar una conducta conflictiva pensando en las consecuencias que puede tener para los otros, está siendo consciente de que esa conducta no es buena, empatiza y decide que no quiere realizarla movido por una motivación interna.
Para que este proceso reflexivo del menor pueda darse es necesario que los y las adultas hayan marcado unos límites claros entro lo que está bien y lo que está mal, explicando el porqué de forma que las criaturas puedan entenderlo.
A la hora de trasladar las normas debemos asegurarnos de que la finalidad es el bienestar futuro de nuestro hijo/a y de que él o ella lo saben.

¿Cuándo aplicar el control parental?
Las creencias, valores y mandatos familiares son de algún modo parte de las exigencias que ponemos sobre nuestras criaturas: «Estudia si quieres ser alguien en la vida», «Los trapos sucios se lavan en casa», «Los niños no lloran», «¿Qué van a pensar si te ven vestida así?», «La familia es la familia», etc.
Definiendo su propia identidad
En las primeras etapas de la infancia los y las menores asimilan los valores y las creencias que se les han inculcado como propias. Pero, en ocasiones, al crecer e iniciar la etapa adolescente se produce una ruptura con aquello que sienten que no les representa, están definiendo su propia identidad.
Parte del trabajo con familias radica en que los padres/madres asuman y acepten que su hijo/a no es como esperaban. Es lo lógico tener expectativas, pero también lo es que no todas ellas se cumplan.
Cada persona es única y por mucho que yo deseara con todas mis ganas entrenar baloncesto con mi hijo/a y enseñarle albañilería resulta que a él/ella le gusta bailar salsa y andar en monopatín.
Disonancia entre lo deseable para mí y la conducta de mi hijo/a
Cómo me expreso y con qué frecuencia reacciono frente a estas situaciones de disonancia entre lo que es deseable para mí y la conducta de mi hijo/a me situará en un punto u en otro del eje de control.
Cada familia y cada criatura es distinta por lo que son las personas implicadas en la crianza quienes deben dialogar y llegar a acuerdos sobre los límites y normas que quieren establecer y las consecuencias que tendrá el incumplimiento de las mismas.
El momento de ejercer el control será, por tanto, cuando las normas se incumplan.
¿Cómo saber si lo estoy haciendo bien?
- Asegúrate de que el clima familiar es de cuidado y de que existen demostraciones de afecto.
- Las normas fijadas son sencillas, concretas y consistentes.
- En caso de romper las normas existen unas consecuencias que el menor conoce y que se han pactado con él. («Hasta que no recojas tu cuarto no podrás salir con tus amigos/as»)
- Los límites, aunque flexibles son constantes. («No me gusta que te faltes a la escuela de idiomas, pero sé que esa convención es importante para ti, así que puedes ir»)
- Se premian las mejoras y los esfuerzos reconociendo sus habilidades y sus éxitos. («No puedes ver la televisión entre semana, pero como has terminado todos tus deberes sin ayuda hoy puedes ver unos dibujos mientras hago la cena»)
Como se puede observar, el éxito de la exigencia se encuentra en combinarla con la calidez. Que el/la menor sienta que sus cuidadores les impulsan a ser mejores porque les quieren y quieren lo mejor para ellos/ellas. Y no porque les rechazan y esperan que cambien para ser mejor y así llegar a cumplir con lo que se espera de ellos/ellas.
Exigencia y afecto forman parte de un estilo positivo de educación y crianza

En el próximo artículo…
Si quieres saber más de cómo incluir el afecto en la crianza, no te pierdas en jupsin.com el próximo artículo de la psicóloga Silvia Chamorro, especializada en Intervención Social y Orientación Educativa.
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