Conocer las emociones: la tristeza: Este es el título del nuevo artículo de la psicóloga Silvia Chamorro sobre la adquisición temprana de rutinas saludables, dentro del concepto de Parentalidad Positiva.
Silvia aborda la parentalidad positiva partiendo de la crianza y educación en salud. De esta forma, dispondremos de todas las claves para una salud plena.
La psicóloga se centra ahora en las emociones. Y finalizará con una serie de artículos sobre estilos comunicativos y su importancia en la comprensión y asimilación del mensaje por las y los menores.
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Nadie nos puede decir cómo criar o educar, cada situación es única. Pero en cualquier caso, la información siempre es útil para decidir.
La idea de estos artículos es ofrecer información a madres, padres, abuelas, abuelos y personas responsables de una o un menor. Incluimos propuestas útiles y aplicables que conviertan la crianza en algo constructivo y agradable.
Conocer las emociones: la tristeza
Silvia Chamorro – Psicóloga especializada en Intervención Social
Las emociones nos permiten expresar nuestros sentimientos, y adivinar los sentimientos de las demás personas. Son necesarias, señales que nos informan y nos ayudan a dirigir nuestra conducta para dar una respuesta adaptativa.
Imaginemos que al mirar el móvil vemos que nuestro nivel de batería es del 15%, esta señal nos informa de que al dispositivo le queda poca energía y gracias a la experiencia previa sabemos que la respuesta adaptativa es ponerlo a cargar.
Si trasladamos esta metáfora a nuestro propio cuerpo podríamos decir que la tristeza es la señal que indica que nuestra energía está baja y que tenemos que dar una respuesta para recuperarla.
A pesar de lo que le pueda parecer a algunas personas, los seres humanos somos aún la máquina más compleja y no siempre es fácil saber que se siente o qué se necesita para recuperarse.
Este apartado de la serie sobre parentalidad positiva pretende aportar información que ayude a identificar los sentimientos y necesidades que nos transmiten nuestras emociones.
En anteriores artículos hablamos de las manifestaciones que nos permiten reconocer la sorpresa y el miedo, ahora abordaremos las de la tristeza.
Manifestaciones
Podemos distinguir tres áreas de manifestación de la tristeza: una relacionada con la representación de la emoción en nuestro propio cuerpo, otra con nuestros comportamientos y acciones y, por último, la menos visible, aquella que hacen referencia a nuestros pensamientos:
- Corporales: Nudo en la garganta, presión en el pecho, ojos caídos, lágrimas, falta de energía, tono de voz bajo, cansancio muscular.
- Comportamentales: Lamentarse, recogerse, aislarse, llorar, buscar consuelo y cariño en otra u otras personas, perder el interés y las ganas en general.
- Mentales: focalizar el pensamiento en la situación negativa hasta de forma involuntaria (pensamientos intrusivos), falta de concentración, rumiación.
La tristeza, una emoción útil, aunque dolorosa
Toda emoción tiene una función, una razón por la cual se manifiesta, identificar cual es el motivo de nuestra emoción nos hará más fácil gestionarla.
En el caso de la tristeza, si queremos buscar las causas, tendremos que remontarnos al pasado. Hace referencia a pérdidas, daños o fracasos que ya ocurrieron y sus funciones por tanto están relacionadas con asumir dichas pérdidas, curar heridas psicológicas, reflexionar y aprender de los errores.
También tiene un componente social importante. Sentir rechazo, decepción o soledad pueden ser también motivos de tristeza y por ello entre sus funciones está buscar el cariño y el afecto de las otras personas. Nos facilita pedir ayuda y, del mismo modo, provoca en las personas que perciben la tristeza cercanía y cuidado, o al menos la no agresión.
Es habitual que al sentirnos tristes nos retraigamos, queramos estar solas/os, estos síntomas nos están indicando que necesitamos tomar distancia de la situación, mirar hacia dentro.
¿Cómo me siento? ¿Por qué me siento así? ¿Qué necesito para sentirme mejor? Son preguntas básicas que, en los momentos de tristeza, nos permitirán comprender la situación y generar alternativas de pensamiento y comportamiento.
Qué hacer cuando me siento triste
La tristeza se caracteriza por la falta de motivación general y en muchas ocasiones nos cuesta llevar a cabo incluso la acciones que sabemos nos harán sentir mejor. En este punto es muy beneficioso tener adquiridas las rutinas y hábitos saludables con las que iniciamos esta serie de artículos.
La buena alimentación, la actividad física, una jornada estructurada y una buena higiene del sueño ayudaran a mitigar los síntomas de la tristeza.
Piensa en los pequeños placeres del día a día, aquellas cosas que aun siendo sencillas aporten satisfacción y placer, comer un dulce, un baño relajante, dibujar, etc. e intenta llevarlas a cabo con frecuencia. Es momento para mimarse.
Por último, es importante apoyarse en la red social, sentir la compañía, el afecto y el cariño de las otras personas nos hace sentir queridas/os y alivia la sensación de soledad. Además, hablar de nuestros sentimientos muchas veces ayuda a ordenas las ideas y a desahogarnos.
Si quieres abordar la tristeza cuando aún son pequeñas/os y la comunicación no es fluida puedes apoyarte en recursos audiovisuales para luego reflexionar. A continuación, te propongo uno pero también puedes optar por escenas de películas o dibujos.
Cultura del bienestar
Como ya hemos comentado en alguna ocasión, las emociones tienden a clasificarse comúnmente como «buenas-malas» o «positivas-negativas». Personalmente, prefiero diferenciarlas con los términos «agradables-desagradables» e insisto en esto para resaltar que todas las emociones son buenas y necesarias, incluso cuando las sensaciones que nos generan son negativas.
El lenguaje es una herramienta poderosa para transmitir la percepción social y en el caso de la tristeza la tendencia es clara; Nos incomoda, nos molesta y en muchos casos nos cuesta comprenderla.
No es de extrañar que sea así, en las últimas décadas en España hemos experimentado un auge positivista que nos transmite la idea de que el ideal es estar siempre feliz, alegre y activa/o y de que las emociones válidas son aquellas que nos producen placer y bienestar.
Lejos de hacernos sentir mejor, esta idea del eterno bienestar nos perjudica gravemente. Es agotador intentar estar alegre constantemente y además al no conseguirlo se convierte en algo frustrante.
Un viaje, una comida, ropa nueva, el teléfono de último modelo, consumo de sustancias, likes a mis publicaciones en redes, etc. Son muchas las conductas que llevamos a cabo para obtener placer, o lo que es lo mismo, para mitigar la tristeza.
Validar la emoción
Desde la infancia, mostramos a nuestras criaturas actitudes que invalidan la tristeza, algunas de forma verbal, con frases típicas como: «venga no llores», «no me gusta verte triste», «eso no es nada», «tu puedes con eso y con más», «pero si tú eres fuerte»…; como con nuestro propio comportamiento ante situaciones de fracaso, enfermedad o muerte que a menudo está relacionado con la superación y la rápida vuelta a la normalidad.
Son muchos los momentos de tristeza que puede vivir una o un menor en su desarrollo, la muerte de una mascota, un desamor, la perdida de abuelas/os, el rechazo social, etc. Darles el espacio para hablar y sentirse mal es necesario y les ayudará a afrontar futuras situaciones dolorosas.
Pareciera que el dolor o el sufrimiento no son algo que deba interponerse en nuestra vida, que evitarlo es una forma de protección hacia nuestras criaturas y que si te sientes triste y necesitas tiempo para sanar es por debilidad.
Esta idea forma parte de nuestro subconsciente y en muchos casos nos lleva a ignorar u ocultar la tristeza, en ocasiones durante años.
Tengamos presente que una emoción que no se gestiona siempre reaparece, y que cuanto más tiempo pase la identificación de las causas y la gestión emocional resultará más compleja.
(1) Criar o educar en salud física
(2) Criar o educar en salud mental
(3) Criar o educar en salud social y relacional
(4) Criar o educar en salud sexual y reproductiva
(5) Conocer las emociones: la sorpresa
(6) Conocer las emociones: el miedo
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