Cuando el abuso de poder y de conciencia en la Iglesia precede al abuso sexual. María Noel Firpo, psicóloga y estudiosa del ‘Abuso y reparación en la Iglesia’, reflexiona sobre este asunto.

¿Qué tipo de abuso de poder conlleva el abuso de conciencia en este ámbito?, se pregunta la psicóloga. Y asegura que «el que abusa de la conciencia de otro, no solo infunde miedo y culpa si no se hace lo que él dice, sino miedo y culpa religiosos«. 

«Las víctimas de abuso no son responsables de confiar en alguien que la propia institución Iglesia ha puesto como confiable. Esa persona ostenta un poder que tiene un respaldo eclesial. Por lo tanto, este tipo de abuso siempre tiene una dimensión institucional».

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Cuando el abuso de poder y de conciencia en la Iglesia precede al abuso sexual

María Noel Firpo – Psicóloga

A raíz del informe del Defensor del Pueblo sobre los abusos sexuales en la Iglesia, ponemos sobre la mesa otro tipo de abusos que podrían ser precursores de los sexuales.

Hablamos del abuso de poder y de conciencia. Estos abusos, existentes también en el ámbito familiar, laboral, de pareja, etc., tienen en la iglesia características particulares, que son a las que nos vamos a referir.

Consideramos que es importante reconocerlas para prevenirlas y si es necesario denunciarlas, como forma de ayuda para evitar el abuso sexual. 

Abuso de poder y abuso de conciencia

El abuso de poder consiste en un mal uso, o en un uso perverso de la propia asimetría del poder. 

Se comete cuando el poder se ejerce más allá de sus límites, y no de acuerdo con su auténtico propósito. Una de las manifestaciones de ese abuso de poder, es el abuso de conciencia.  

Sabemos por la Psicología que definir la conciencia es complejo. Nos acercaremos al término, por la definición que hace el Vaticano II, como lugar de encuentro con Dios:

«La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del ser humano, en el que está a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más profundo de él» (Gaudium et Spes, 16).

Libertad de conciencia

Y además es importante resaltar que: «En materia religiosa, ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella» (Dignitates Humanae, 3).

Este principio es recogido por el Código de Derecho Canónico. De este modo, la conciencia gozaría de una auténtica libertad. En ella, el ser humano se encuentra a solas con Dios y con uno mismo. Por lo cual, vulnerar estas dimensiones hiere la propia dignidad de la persona.   

Entonces nos preguntamos, ¿qué tipo de abuso de poder conlleva el abuso de conciencia?  El abuso de conciencia se produce cuando la mediación eclesial transgrede sus límites, de manera que controla la conciencia del otro.

Esto sería cuando un representante de la iglesia ya no representa a Dios, sino que lo sustituye y lo que él dice se identifica con la voluntad de Dios. En este caso, la persona es invadida por otro y deja de ser la conciencia el lugar de estar uno mismo a solas con Dios.

¿La voz de Dios o solo una mediación?

El creyente, como sabemos, está llamado a escuchar la voz de Dios, a hacer su voluntad y se sirve para ese objetivo de distintas formas de mediación eclesial, pero siempre tenemos que tener en cuenta que son mediaciones, no la misma voz de Dios. 

Este tipo de abuso y, en este contexto, termina socavando la propia conciencia y la capacidad misma de discernimiento. 

Voluntad del abusador

Y esto además tiene un agravante, porque la víctima que obedece a un representante de la iglesia que imponiendo su voluntad suplanta a la de Dios, cree que está cumpliendo con la voluntad divina, cuando lo que verdaderamente hace es someterse a la voluntad del abusador. 

De esta manera, el que abusa de la conciencia de otro, no solo infunde miedo y culpa si no se hace lo que él dice, como puede suceder en otros ámbitos, sino miedo y culpa religiosos

La víctima, en consonancia con su fe, creyendo hacer la voluntad de Dios, se somete a lo que el mediador eclesial le dice. Esto significa un daño a la dignidad de su conciencia, viéndose privada de su libertad de juicio y, por tanto, perdiendo su sentido crítico.

El peligro de caer en la disociación

¿Qué consecuencias tiene esto? El peligro de caer en una disociación: Dios en su conciencia y Dios en la voz de su representante. 

Esto lleva a una desconfianza de sí mismo, que al cabo del tiempo se traduce en una desconfianza general, creyéndose que ya no es capaz de discernir, de pensar por sí mismo y todo se le vuelve muy confuso. Más allá de eso, se produce una deformación del verdadero rostro de Dios.  

Las víctimas no son responsables de confiar en alguien que la propia institución iglesia, lo ha puesto como confiable. Es un poder que tiene un respaldo eclesial. Por lo tanto, este tipo de abuso siempre tiene una dimensión institucional.

Señales de alarma en ambientes abusivos

  • Exigir una obediencia ciega a una persona en nombre de Dios. Cuando cualquier cuestionamiento a esto es visto como un signo de infidelidad y lo más probable es que sea interpretado como que viene del propio orgullo o de una falta de fe.
  • Arbitrariedad en el ejercicio de poder. Cuando el poder se concentra solo en una persona -director espiritual y superior-, se absolutiza a esa persona y se relativiza el resto. Por ejemplo, se absolutiza su discernimiento y se relativiza la razón del dirigido, generando una relación de dependencia.
  • Descalificación del espíritu crítico. La radicalidad evangélica, llamada a la santidad, es presentada como algo que supera la razón, y lo razonable se pasa a identificar con lo mediocre. Esto induce a la incapacidad de hacer preguntas y de cuestionar.
  • Control de la información, a través de la exigencia de mantener muchas cosas en secreto. No decir nada, porque los de afuera no van a entender. Se exige un silencio con los demás, y una total apertura con el representante. Se rompen, muchas veces, vínculos con los del exterior.
  • Pérdida de distancia entre Dios y el representante. Este pasa a estar respaldado por Dios. Prohibir hablar cuestiones que pasan dentro de la propia relación, entre los demás miembros de la comunidad, en aras de no contaminar lo que se viene discerniendo.
  • Defender ese tipo de vínculo como la verdadera y única forma de vivir la fe. «Somos los que tenemos la verdad», el resto son descalificados.
  • Avergonzar y humillar públicamente. Genera mucha desconfianza de la víctima, es ella la que tiene el problema, y más si ve a otros miembros contentos por el reino.
Cuando el abuso de poder y de conciencia en la Iglesia precede al abuso sexual
El conocimiento de las dinámicas de las relaciones interpersonales es fundamental para poder detectar este tipo de abuso. Y quizás parte de los mismos se podrían evitar.

Conocimiento de dinámicas de relaciones interpersonales

Si tenemos en cuenta estos contextos, vemos que no solo son propicios para el abuso de conciencia, de poder o de autoridad, sino también para los abusos sexuales. 

Muchas veces los miembros no quieren ser desleales a lo que les dicen, porque eso los llevaría a convertirse en un problema con las respectivas consecuencias y al final prefieren abandonar la comunidad o la iglesia, antes que confrontar con otros o en el propio grupo, poniendo sobre la mesa lo que les hace ruido.

Al ser la iglesia garante de la confiabilidad de sus representantes, se debería de exigir un permanente acompañamiento a los propios miembros, no solo por las personas de dentro del ámbito eclesial, sino y fundamentalmente, por personas que no pertenecen al mismo.

El conocimiento de las dinámicas de las relaciones interpersonales es fundamental para poder detectar este tipo de abuso. Y quizás parte de los mismos se podrían evitar.

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